De VOCES DE SILENCIO
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(...) Concisión en la idea, equilibrio de la emoción y apreciables rasgos de delicado misticismo...

Julio Hernández Miyares



QUIETUD

Hoy tengo el alma quieta.
Tibia como el recuerdo, frágil como el olvido,
mansa como la espuma que acaricia las playas
después de la tormenta.
Dormida entre los brazos que le ha tendido el tiempo
y en el tiempo aquietada y a su quietud,
despierta.

¿Por qué inquietar su sueño?
Déjala virgen, blanca, niña como esas penas
que germinan y asoman y se te duermen dentro
sin llegar a ser viejas.
Déjame el alma pálida...
Huérfana de matices y de luces y sombras.
Limpia como el silencio, como el perdón, serena.
Pura como la nada y ante la nada,
quieta.


SOLEDAD

Mi soledad es fragua
de silencios.
Es un mar sin orillas
donde naufraga el tiempo.
Mi soledad es árbol
de recuerdos.
Es raíz de inquietudes,
es camino sediento.

Mi soledad es rumbo
y es regreso.
Mi soledad es barco.
Mi soledad es puerto.


OTRA

Yo quisiera ser brisa.
Y ser río, y arena. Ser el tiempo
que pasa entre las cosas.
Y quisiera ser mar y ser ceniza
entibiada de lumbre,
alborada radiante y tarde triste...

Yo quisiera ser yo sin ser la misma.


VÉRTICE

Dame una mano amiga, dame una mano abierta.
Dame caminos huérfanos
sin huellas:
quiero andarlos sin lastre ni recuerdos.
Dame una risa alegre y una pena que llore.
Yo te doy mis relojes.

Quiero volar sin ellos, quiero probar mis alas
por jirones de luces,
alcanzar horizontes y surcar tempestades
sin anclajes de tiempo.


LEJANÍA

Lejos...
En el silencio azul del infinito,
donde la luz se duerme y se hace sombra
Más allá del dolor,
más allá del ocaso.
Por el camino blanco de la nada,
donde el anclaje sobra,
donde la espuela lame.
Más allá de mí misma.
Lejos.


LA OTRA ORILLA

¿Adónde ir si la brisa
se ha dormido en la montaña
y al despertar –si despierta–
estarán rotas mis alas?
¿Adónde, mar caprichoso,
adónde llevas mi barca?

Déjame al pie de mi sombra
jugando a flor y a campana.
Con el corazón al vuelo
como una paloma blanca
y con raíces tan hondas
que no me doble la carga.

Regresa, mar caprichoso,
pero quietas, solitarias,
déjanos, mar, en la orilla
que no está lista mi barca.


TRÁNSITO Y REGRESO

Una paloma, un árbol, un camino,
alas y mar surcando el horizonte.
Frescor de valle, plenitud de monte,
sueño de palma acariciando el pino.

Manantial en la sed del peregrino,
luz en la sombra que en la senda afronte,
brisa, cielo, praderas y un sinsonte
isleño jugueteándole al destino.

Y pasar como barco que se aleja.
Y alejarme sin ruidos y sin queja
rumbo al verde soñado de otra orilla.

Y renacer en cada primavera
como la planta que dormida espera
un nuevo germinar de su semilla.


ABRIL

Abril... Hay un derroche
de luces y de verdes y de antojos.
¡Parece que han crecido mil espejos
en el oscuro pozo de mis ojos!
El cielo juega a nácar,
a malvas y rosados encendidos.
Huele a yerba y a fruta y a jazmines,
a limpio y a dulzura.
¡Parece que la brisa de ha robado
el perfume de todos los jardines!

Abril...Abril... Abril...
¡Hasta el nombre parece andar alegre
cantándole a los pájaros y al río!


ÉXTASIS

Estoy como asombrada mirando al infinito,
perdida en el silencio de una voz que es un grito.

Extasiada ante un cielo que besa el horizonte
como besa la luna lo sombrío del monte.

Acariciando sueños prendidos a una infancia
que al irse me ha dejado tan solo su fragancia.

Pequeñita en un mundo que gira enloquecido
sin regalarme el tiempo para entibiar mi nido.

Buscando una respuesta en la brisa ligera
que me llega de lejos con sabor de extranjera.

Peregrina incansable de regiones remotas
con espacios abiertos y con las alas rotas.


PAISAJE

Grises.
Gris el lago de las sombras grises,
grises sombras de afilados pinos,
aguas quietas dibujando grises
en mis ojos, negros de caminos.
Grises.
Gris el cielo que apacienta orillas
y se duerme en platinadas cuencas.
Gris nostalgia: ensombrecida palma
que abanica los grises con sus pencas.

Grises.
Sé que en sus espejos se retratan
sombras de mis grises andariegos.


RECLAMO

Déjame con el mar...
Mi amigo mar cambiante y enigmático
que acaricia los tibios arenales
y agiganta sus crestas
para golpear los recios vendavales.
Déjame con el mar...
Con su rumor hermano de los siglos,
con su promesa azul en verde extraño,
con sus grises sombreados por los grises
de mi silencio huraño.
¿No ves como se empina
para alcanzar el faro de mis sueños?
¿No ves como me llama
la gemela inquietud de su regazo?
Déjame con el mar: el él cabemos
mi soledad y yo
en apretado abrazo.


EL VIEJO ÁRBOL

Con el vetusto tronco ennegrecido y recio,
el ramaje sombrío abanicando huellas,
las raíces mordiendo la tierra en un necio
desesperar de brisas, de vuelos y de estrellas.

Empinado, soberbio. Discutiendo a la cumbre
la imposible belleza de acariciar el cielo,
de acercarse a lo eterno, de entibiarse a la lumbre
amorosa del padre... Liberarse de suelo.

Desafiante, orgulloso –centinela bravío–
se me antoja que reza en la tarde un rosario
para acallar resabios de incansable navío.

Árbol triste, heredero de la cruz del calvario,
como el hombre desnudo, cara al sol, cara al frío.
Como el hombre sediento, rebelde y solitario.


ATARDECER

La tarde huele a lluvia y a tristeza,
a carretas vacías y a pereza.

Con un grito de luz, en el ocaso,
se acuesta el sol tiñéndolo en su abrazo.

De lejos llega el canto campesino
salpicado del rojo del camino.

Por las palmas mojadas calla el viento,
chorrean los bohíos su lamento.

El surco es un tajazo enrojecido
que llora la simiente del olvido.

Hay plata y grises, malvas y carmines
jugando con la lluvia a danzarines.

Gorriones intranquilos, bullangueros,
se aquietan en el árbol del potrero.

El campo huele a tierra y a frescura,
a recuerdos, a infancia y a ternura.


NOCHE

Viajan las sombras inquietas
entre los grises dormidos.
Se perfilan las siluetas
como fantamas perdidos.

Un plumaje de palmera
se pinta en el horizonte
y se me antoja bandera
clavada al pecho de un monte.

Gris y sombras. A lo lejos,
afilándose de luna,
mis recuerdos y reflejos
de estrellas en la laguna.

La negra brisa se amansa
dibujando un ayer vivo.
Aletea una esperanza
como pájaro cautivo.

¡Qué olor a brisa lejana
y a jazmines y a tristeza!
Es tan noche que mañana
va a despertar con pereza.


RESACA

Me llegas de muy lejos...
De no sé qué riberas, de no sé qué paisajes.
En tus ojos un brillo de luz de otras auroras,
tu mirada invitando a soltar mis anclajes.
Me llegas de mí misma.
De mi yo inquieto y turbio:
agua suelta que corre más allá de su cauce,
sembrador de imposibles,
peregrino viajero en la búsqueda inútil
del inútil sendero.

Me llegas
como un mar impaciente que se vuelca en el río.
Y yo sueño riberas para abrazar tus aguas
y mis sueños se ahogan
en las aguas tranquilas de este yo
que no es mío.


OLVIDO

La pena se va durmiendo
como se duermen los niños:
así, sin saber cómo,
así, de pronto, dormidos
La angustia se va aquietando,
enredándose en sus hilos
y la tortura se envaina
como cansado cuchillo.

La herida no sangra rojo
–se ha lavado en el camino–,
se engalana como novia
para besar el olvido.


REVOLVIENDO EL RECUERDO

Yo sé que estabas lejos...
Allá donde las horas se rompen
en el tiempo.
Allá donde yo he estado
arañando el silencio.
Mi soledad dormida doliéndome
por dentro
y mis voces inútiles
rompiendo sus espejos.

Yo sé que regresaste buscándome
en tu vuelo,
pero entonces, amado,
estaba yo muy lejos.


SIN PALABRAS

No sé cómo decirlo.
Se pierden las palabras y un cuchillo filoso
va tatuando, una a una, las voces
del recuerdo.

No sé cómo decirlo.
Al verte se escaparon golondrinas en versos,
aletearon campanas
y arroyuelos dormidos despertaron de pronto
refrescando mis huertos.

No sé cómo decirlo,
pero sé que en tus ojos me perdí inútilmente
sin encontrar regreso y que me ahogó
una lágrima, como yo tan distinta,
que era sólida y turbia y corría por dentro.

No sé cómo decirlo.
Mi corazón, el mismo y sin embargo, extraño:
paloma asustadiza,
avecilla perdida dibujando en el aire
círculos extraviados y huídas
en descenso.

No sé cómo decirlo.
Se esconden las palabras para que no las diga.
Para que nunca sepas
que las cenizas arden recordando
a sus muertos.


TRISTEZA INÚTIL

Asoma, tristeza, asoma...
No te me quedes prendida
a lo amargo de la fiesta,
a lo hueco de la risa.
Sacude, tristeza inútil,
tus alas de golondrina.
Vete al sol y a los aleros,
busca una ventana amiga,
huye al monte y a los prados
a entristecer las colinas...
¡que no te quiero aquí dentro
con tu afilada cuchilla!

Asoma, tristeza, asoma.
No te escondas en mi vida.


PROTESTA

Yo no quiero estar hueca.
Yo no quiero ser río corriendo mansamente
con la esperanza vieja de encontrar el salobre
abrazo de los mares.
Yo no quiero ser piedra.
Yo no quiero ser árbol de ramaje desnudo
y raíces despiertas.

Y me lleno de voces
y me corre el mar dentro. Y me rompo en pedazos
por ser cálida tierrra... Pero siguen latiendo
mis raíces despiertas.


CAMINOS

Han marcado mis pies muchos caminos...
Los sepias y dorados andaluces
paisajes de olivares y de cruces.
Angostos callejones pueblerinos
abiéndose entre muros
de blanqueadas casitas relucientes
que encierran cuentos moros y españoles,
ancianas con sus negros pañolones,
guitarras y mujeres sonrientes.

El verde deslumbrante en las laderas,
el blanco de las nieves espumosas,
el alpino despliegue de asombrosas
pinceladas en lagos y praderas.
Tropicales rincones.
Adormecidas playas, noches cálidas
y trepadoras junglas facinantes
de palmeras y helechos y danzantes
llamaradas de luz y luces pálidas.
Históricos lugares
gritándome el orgullo del azteca.
Riscos, azules mares y quebradas.
Pueblitos de callejas empedradas,
contraste de jardín y tierra seca.
Plazoletas tendidas
al abrigo de cumbres y de cielo.
Mármol, templos.
Canales que se funden en la noche
y se vuelven palomas en su vuelo.

Han marcado mis pies muchos caminos.
Caminos que no saben de mis huellas,
que no tienen mi sol, ni mis estrellas:
errantes, extranjeros, peregrinos...
Magníficos y bellos, pero no mis caminos.


PEREGRINA

He dormido mis sueños
en tu arena y se aleja tu arena
de mis playas.
Se me empolvan de tiempo
los caminos
y la sal de tus mares
se me escapa. Ando errante,
despierta en el silencio
de la voz que me crece en cada lágrima
y se ahonda y se afila
y se hace grito dibujando un ayer
en mi garganta.

Dame
un punto de luz y de horizonte
para soñar los sueños que me faltan.
Déjame
luego hacer con hilos tuyos
una verde madeja de esperanzas.


ESTAMPA HABANERA

Guarapo, palmera y son,
azúcar prieta y mulatas...

Brisa con olor a fruta,
a maniguales y a playa.
Gentes que llevan adentro
ritmo de clave y guitarra,
callejuelas que acarician
un retozo de comparsas,
mar de espuma que se viste
de azules y de aguas claras,
guira seca que se duerme
para despertar maraca
y pregoneros que gritan
los sabores de La Habana.

Con risa, música y ron
vistiendo noches de plata
y aletear de colibríes
acariciando las palmas.
Con un machete mambí
saludando la alborada
y un Quijote tropical
perdido en huella africana.

Así recuerdo a la perla
de las islas antillanas.


DIÁLOGO SIMPLE

– ¿Cómo te llamas?
– Caminos.
– ¿De dónde vienes?
– De ayer.
– ¿Quién te acompaña?
– Recuerdos.
– ¿Cuál es tu rumbo?
– Volver.



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