De GÉMINIS DESHABITADO
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(...) Géminis deshabitado propone la unidad como respuesta a la escisión y lo hace en un rico tapiz de poemas que señalan una escritora madura y sabia.

Luz Maria Umpierre



Habitarán el lobo y el cordero...

Isaías 11:6


PRIMERA VARIANTE


MI CORAZÓN
tiene latido de lobezno,
el tuyo, sangre de paloma.
Si me habitas
tu sangre dulce me sosiega
si me faltas
montes, selvas y riscos se me trenzan
y se trenzan el miedo y el rugido
y me crezco de pronto por la fiera.

Tu corazón,
tu amanecido corazón de ave
–Icaro deslumbrado–
¿en qué azul,
en qué vuelo sin mí lastimará sus alas?
Y el mío,
mi corazón acerbo sin tu alivio,
¿en qué rincón de sombras, en qué huída
desgarrará mi entraña y tu paloma?



SI EN CADA ESQUINA
del milagro está el madero,
¿quién lo asume o lo rechaza?
¿Quién hace rodar el mito y las campanas?
¿Quién la culpa?

No cabemos las dos
en el ropaje de piel y huesos que nos dieron.
Hace falta más luz.
¿Quién rescinde la costra salitrosa que nos dimos?

Respiro hondo y te me afixias,
asomas y me hundo.
Nos atraviesan peces descamados
con su ojos de charco sumergido.
Nos devora la noche. ¡Rebélame!
Yo te rescato.

(Y nos abraza el fuego que trajimos
y ardemos juntas para empezar de nuevo)



RENAZCO
de ávida semilla germinada en tu surco.
Te acoge mi sonrisa.
Asomo
–inquisitiva y blanca–
al libro de todos los misterios
y me gritan sus páginas el viejo hacer
y deshacer
de nuestras huellas.

Florezco
hambrientas las raíces,
un escozor de vida acuciando mis pasos,
la flor de todas las espinas
abriéndose en mi voz. Abrazo
tu viaje a mi premura.
No es tuyo el pecado ni mío ni de Leda.
Unamos nuestros ciclos.
Tracemos
juntas e irremediablemente solas
–de espalda a todas las ausencias-
un camino de paz.



¿POR QUÉ NUEVO CAMINO
cansado de pisadas y resabios ajenos
andarás la distancia hasta tu cruz?
¿Cuándo y en qué resquicio se quebrará
el espejo?

No confíes
del árbol que se abraza a su sombra
ni de fuente que cante repitiendo tu voz
ni de la lluvia lenta que remeda tus lágrimas
ni del eco extraviado...

Hermana (enemiga hermanada),
desconfía del yo, del tú, del nuestro,
de la otra que asoma repitiendo tu imagen
y en tu imagen se queda
repetidas las dos.



SI VAMOS
a hacer el mitológico camino
hagámoslo en paz
con calendarios y misterios.
La vida que nos toque vivirla
en mí y por mí,
mía desde adentro.

Rechazo
la inquietud de la mitad de vida
que te dieron.
Si tu Norte es mi Sur
prometo no tirar del hilo que nos une.
Si tu Omega es el Alfa de mi vuelo
pactemos al temblor de las verdades:

Necesito
el ala mía de tus alas.
Necesito el milagro repetido
de tu ruego.



PORQUE ES BREVE
el perdón y alta la culpa
no voy a hacer que la verdad
te enjuicie.
Tampoco voy a reclamarte el nombre
ni la esquina de sol
ni la tregua, ni el látigo
ni la oración
ni el luego.

Que cada quien levante
sus cenizas,
que grite cada pozo y cada mar
devuelva
su sal y sus postillas.

Luego
–cubierta la hendidura,
rechazados el polvo,
los hilos, las ausencias,
el miedo, las agujas–
inventa un nuevo yo
que responda por ti desde tu sombra
y en tu sombra se plante:
centinela.

Quizás
se atreva a recoger la culpa.
Quizás se empine hasta el perdón,
quizás no sepa más que asirse
al desfile, las máscaras, el circo
las muletas...
y repetir el yo gastado
que te angustia.



DÉJAME
de frente por mi vida.
Quiero trazarla
con mis ojos, mis manos, mi piel.
Con uñas y con dientes.
Es la brizna de tiempo que me diste
y voy a hacerlo
con la mitad de alma que me toque.

Déjame conmigo,
con la espina de luz que se me encona,
con el empeño inútil de vencerte.
¿Cómo salvarme
de ti si me condenas
a ser tú
cuando soy más que yo misma?



SOY
apenas una voz.
Un destello, una sombra, una pregunta,
un silencio asustado,
una caricia,
una renuncia, un látigo, un deseo,
una promesa, un puño,
un no sé qué de algo
que no he sido.

Soy así
desde un junio, para serte.
Así como te soy aunque no entiendas,
así como me soy
aunque no quiera.



TE NECESITO
más allá de la sonrisa,
de voces y de culpas.
Para saber
el hilo de mi fuerza
y la insolente terquedad
de mis errores,
te necesito.

Para saber
que este viaje tiene nombre
y que el vuelo comienza
donde se rompe el ala.

Para saber
la oblicuidad del amor,
la génesis del grito y la simiente,
el hambre de la espiga,
la mordida soledad del canto,
el miedo de la rosa,
la espiral en fuga del recuerdo,
el cuchillo, la piel,
la mano, la desgarradura...

Para saber
en qué orilla, qué mar,
cómo, dónde, quién
y por qué aliento.

Para saber
de mí, te necesito



ES TIEMPO
de soltar amarras, levar ancla,
despojarme de capa y costra,
pelos y señales
hasta el grito primero
y la primera piel.

Es tiempo
de completar el viaje,
de esperarte
a la vuelta del regreso,
estrecharte la mano,
dejarte los zapatos,
las culpas y el abrigo
para que capa a costra
te escondas hasta verte
tan yo que sin quererlo,
sin aviso ni asombro
–creyéndolo tu viaje–
me sigas, me intercambies,
respondas por mi nombre
y hasta emprendas el rumbo
con mi valija a cuestas.

Es tiempo
de recordar el pacto o de quebrar
uno a uno
todos los espejos.



DESPUES
de tanto navegar sin rumbo,
de tanta rama seca,
tanta raíz a flor de lágrima.
Después de tanto amor cansado
este fuego alertando las cenizas,
esta gota de agua,
esta semilla,
esta paloma al vuelo,
esta espiga sin tregua que me crece
a golpe de alboradas
y palpitar de ausencias.
Este hoy que no es hoy
porque ya es tarde.

Este saber al fin
que si tuviera
las fuerzas que no tuve
para serte,
-las alas que no tuve para serme-
desandaría paso a paso,
risa a pena lo ambulado
hasta nacer de un trazo
como aquella
que acaso pude ser
y que no he sido.



DESDE EL RINCON DEL MUNDO
donde duermen los gnomos
del recuerdo
me ha llegado tu voz.
Voz de tiempo que fue,
de flores de papel, de azul inútil,
de caracola abierta.

Hurto de savia y de sonido,
desde el trillo febril de la memoria,
lacerante y ajena
me ha llegado tu voz...Tu voz no tuya
como acaso no es mío este recuerdo.



DESDE EL CAMINO BLANCO
donde hablan los niños
con la estrella.
Desde el cansancio de la pena
en los rincones,
el asombro vertical
de la esperanza,
el surco, la simiente, la garra,
la caricia,
el aliento tenaz de las abejas,
el luminoso sueño de la oruga...

Desde siempre
y no sé dónde clavarme
para que sangres tú por mis heridas.



NI SIENTES
ni sabes de la herida que llevas al costado
y vas dejando tu sangre
(casi mía)
como se deja al pasar el polvo
de unos zapatos viejos.
Se agranda, se ahonda a cada golpe
y dibuja mi sangre
(casi tuya)
por la fría superficie del tiempo,
catedrales sin puertas y madrugadas rotas.

Por siglos
te busqué como se busca el puerto.
Fui paloma y fiera y cervatilla
oteando tu sabor en mi garganta.
Me hice mujer para encontrar tu sangre
gritando por la herida que no sientes
ni sabes ni comprendes.



DE ESTE LADO LA LUZ.
Allá la sombra.
Entre las dos el nudo que nos une.
Anochece despacio.
Ladra un perro
alertándole miedos a la espera.
¿Oxidados, dormidos,
gastados los goznes del recuerdo?
¿Tu memoria y la mía dos memorias?

Aquí la sombra. Allá la luz.
Entre las dos el nudo que nos une.
Anochece despacio...



ES LA CANCIÓN
de las cenizas,
el rito de los duendes,
quizás el olvidado rezo
que se agita.

La mañana es azul,
el agua despeñada se ilumina
y se ilumina el aire
y se iluminan
cicatrices, culpas,
piedras y raíces.

Pero queda la cruz
–la primigenia–
iluminada, ardida,
toda nuestra.

¿Cuál de las dos
sabrá poner el hombro,
empinar la mirada
y dar un paso al frente?



¿CÓMO SEGUIRTE, HERMANA?
Nos distancia tu voz paloma,
tu sosegado estar
donde más arde el fuego,
tu sinprisa, tu despertar azul
y tus nidales.

Cuando me dejes parte
de tu viaje,
¿dónde dejar los golpes
y el martillo?
¿Dónde esconder el miedo,
la garra, el huracán,
los dientes, las urgencias...?

¿Cómo desenterrar
la cansada semilla
que sin abrir me crece?



AYER
nos miramos sin recelos,
en paz con los resabios,
rescatado el asombro,
apretadas al nudo
en comunión de ciclos programados:
rescatadas del YO y del TÜ.

Ayer
fui tan distinta que me sentí liviana.
Un solo pulso,
una sola mirada, una sonrisa,
un NOSOTROS cerrado
conciliando las dudas.

Ni tan buena, ni tan mala.
Simplemente yo.



TAN CERCA DEL UMBRAL
de la alegría y tan lejos de todo.
Parece
que una flecha encendida me corriera
de norte a sur
hurtándome las sombras.
Llevo el vestido leve de la otra
que fui ya no sé cuándo,
las manos extendidas
sin reclamo,
la raíz afianzada
sin premura,
un mapa de caminos
sin distancias,
el visado sin números ni nombres
y una sonrisa nueva
para el viaje.

Me llevo de la mano
y voy de frente.
No importa que anochezca
en otra parte.



PARA ALCANZAR
la luminosidad de la renuncia
preciso un corazón liviano
hasta el olvido
y una puerta de espaldas al recuerdo.

Preciso desandarme sin látigos que azoren
mis heridas,
sin quebrantar horarios,
sin que aúllen los mapas
y el viento resquebraje las raíces.

Preciso
que suelte mis talones el camino,
que me prestes tus hombros de mendiga,
que no me ordenen cuándo
ni cómo ni en qué grito.

Preciso
que no midan mis fuerzas.
Si faltan para el viaje a la renuncia
yo sé que sobran
para clavar mi nombre a las ausencias.



DEL MAR
riscos huraños,
rugir de fiera y por hurtarle
rigor a mi soberbia
un lamido de paz por las arenas

De la montaña
la caricia del viento,
el agua despeñada,
hambre de luz,
la primicia del vuelo
y un corazón hermano
de la piedra.

Montaña y mar.
Entre los dos una pregunta abierta
que no responden mas que los que saben
quebrar la duda y asumir el ruego.

Entre las dos
la grieta de los siglos
rotulándome el nombre, los horarios,
el color de la piel,
la fuerza y el bolsillo.

(Se olvidó de rotularme el alma)



VOY A DESHABITARME
Luego,
cambiaré de piel como el lagarto,
sacudiré las quejas, me inventaré la risa
y aprenderé otra vez la primera palabra.

Quizás
pueda enseñarte la medida
de mi perfil o repetir contigo
el punto exacto
donde crece el silencio y se agitan
los duendes de la culpa.

Quizás
sea preciso que adivine y que conozcas
tus nombres y mis nombres,
que compartas mis redes y mis clavos,
que sangre tus espinas, que me atreva
a verme sin mirarte.

Quizás
de un tajazo azul, iluminado,
nos sabremos de frente, divididas,
de vuelo las mitades que nos faltan,
y un hilillo de sangre, como espiral de humo,
di bujado en la tarde.



YO QUISIERA DORMIRME
con los ojos abiertos a la otra
que soy cuando me duermo.
Y quisiera volverme de espaldas
a este yo
harapiento y descalzo por las horas,
limosnero de paz,
de paz hambriento

A este yo de sal y de cenizas
que tanto pesa
al yo que soy cuando me duermo.



VAMOS A HABLAR
De frente. Sin miedo a lastimar las cicatrices.
Sin miedo a ver detrás de la mirada
debajo de la piel,
dentro del viejo saco que llevamos a cuestas.
Con palabras distintas que no rocen
al paso este silencio que nos traga
con hambre de alarido.

Vamos a hablar.
Que no quede un rincón de miedo
entre nosotras.
Que sepa de una vez y para siempre
quién soy, quién eres.



TAN NIÑAS
que no era un reto la tormenta
ni era el relámpago temblor ajeno.
Tan niñas
que soñar era ver con música y asombro
lo que nunca veríamos.
Tan niñas
que era extranjera la palabra amor.
Cuando la descubrimos
fue para esta mitad mía desasosiego
de mil culpas.
Jolgorio de canarios en la tuya.

No sé en qué eclipse o en qué sol
apacigué mis culpas y ardieron en el aire
tus canarios,
pero algo sin paz quedó ya –para siempre-
en el hondón de nuestras dos mitades.

Todavía hoy me pregunto
si eran una o dos las niñas
cuando amaron.



FUE EL CATORCE DE UN GÉMINIS
sin prisa.
Un catorce olvidado en el bolsillo
del prestidigitador de la sonrisa,
del naipe, el horizonte
y el hatillo.
Fue un Géminis con bridas
en un vuelo
que apenas alcanzaba la estatura
de la mirada gris del desconsuelo,
del grito que llevaba
en la cintura.

Quizás nació algún pájaro aquel día
para volar de espaldas
a su horario,
de frente a la pregunta que nacía.
Quizás se anticipó mi calendario
zarpando a toda vela,
sin vigía
ni brújula, ni luz, ni itinerario.



TENÍA MI PADRE
alta la frente.
Cerro despoblado
donde crecieron todas las batallas
y sangraron
obligadas renuncias.
Suyos son
los ríspidos horarios,
la cicatriz, el bronce, las raíces,
la palma. el látigo
y la espuela.
Por él
llevo entre las cejas
ríos desbordados y torturada
aurora.

Por él
me conminan por dentro
los aceros.



MI MADRE
fue campana de pueblo anochecido,
almohada, zapatilla,
pan recién horneado
Por ella
se me inquietan los días
y me crece un bullicio de fuente
o pajarera.
Por ella
me crecieron muñones,
por ella
nunca fueron alas.

Suya es
mi mansedumbre arisca:
rebelión de siglos
sofocada.



ME SOBRA
desde siempre
la angustia de la piedra desvelada.
Me sobra el grito
y para siempre
la espina que se quiebra y que se encona
en el azul fugaz donde me pierdo.
Me sobran
números y nombres y etiquetas
y el polvo que en la espera se enmohece.
Me falta
el punto aquel que me inventaron
un catorce de junio
inesperadamente.



VARIANTE FINAL

I

A ver
qué dice la semilla de este surco de hambre
anochecido y qué respuesta tiene esta cigarra
que se afana sin tregua pisoteándole el brío
a las hormigas.

A ver
que fantasma de luna sisea nuestros nombres
por las sombras, a qué potro de sal se le encabrita
el tedio, qué aullido o qué balar acecha
en el recodo del camino, en qué sol quemaremos
nuestras alas, qué costra de intemperie
nos cobija.

A ver
qué mariposa azul nos desafía, qué cápsula
de luz traspasará la niebla, qué trompeta,
qué voz derrumbará los muros...
Qué azogado cristal se atreverá a decirnos
lo que soy, lo que eres, lo que fuimos.



II

Estoy de frente
a todas las verdades desnutridas
y ni alcanza mi vuelo la selva de los pájaros
hambrientos ni alimentan mis dudas el mito
de estrellas y de oráculos.

¿De qué sirven ahora mapas, bitácoras y brújulas
si se hundieron de un golpe las naves ancestrales?
Que no vuelva a engañarte la astucia de otra voz,
otro luego, otro quién sabe:
el horizonte está donde termina el tedio
y no hay grito ni lanza que te ayude a alcanzarlo.
¿No ves que estamos de regreso, sin abrigo
ni costra, ni siquiera el gemelo tatuaje que por siglos
–desde el primer eclipse y la primera luna–
nos enseñó a encontrarnos?

No, no bastará la sed para morir sedientas.
No bastará la sal. Ni el agua ni el milagro.
No bastarán ajenos dioses, ni cábalas,
madejas, laberintos...
¿Dónde dejar las redes y esta carga de peces
que se asfixian?



III

He dado tanta vuelta
tanto rumbo en este angosto círculo que he perdido
el regalo vital del miedo y del asombro.
Cada jirón de niebla, cada hebra de luz vino y se fue
llevándose un pedazo.

¿Recuerdas
el insomne rincón de la escalera y el pájaro de luces
que llevábamos dentro?
Fue una sola angustia y un temblor lo que dejamos
noche a noche en el rellano aquel de frío
y de cristales rotos.
Me hablabas y se abría el silencio en dos
para ampararnos.
Te hablaba y era mi voz sin pan el aleteo inútil
de mariposas ciegas.

Háblame otra vez y me abriré para ampararte.
Devuélveme aquel miedo y te prometo el milagro
imposible de otro pájaro amigo para llenar
la hondura de la ausencia.
Abrázame tan fuerte que no sepan los golpes si son
mis huesos o tu piel lo que han golpeado.

¡Son ya tantos los tumbos y las vueltas
y es tan pequeño este círulo de escamas que habitamos!



IV

¿Adónde ir si me es ajeno el sitio de la rosa?
¿Si cada vuelta de luz me trae la mordedura
de la sombra y la esquina del aire tiene miedo?
¿Adónde si el farol del tiempo se ha quebrado
y el resquicio aquel, el que sabía deletrear
mi nombre ha perdido la voz y la palabra
que es perder dos veces lo perdido?

No… Déjame enraizar aquí. Donde más duele,
donde el asombro pierde su estatura y se revuelve
el polvo y tienen los relojes un cansancio tan largo
que los vence el bostezo senil de las orillas.
Aquí, en la media verdad donde es a medias
la madre, la mujer, la esencia, el ruego…
A medias yo y la otra y quién sabe cuántas
o ninguna.



V

No voy a pedir cuentas.
Tampoco voy a darlas. Tú sabes y yo sé
del cauce seco y del dique incapaz de contener
el desamparo.

Quizás, uniendo fuerzas, empinadas al golpe,
inventariando tus piedras y mis lodos
logremos desviar la subterránea fuente, encarar
el festín de las hormigas y deshacer la iridiscente
telaraña multiplicada al sol.

Derribarás entonces torres de humo,
escalaré murallas, y al fin en paz con los espejos
te bañarán mis lodos, compartiré tus piedras
y aunque fijas al vidrio, atravesadas, quietas,
obedientes y mansas, haremos otro ciclo
y otro y otro, iguales y distintos desde el Junio
primero y la primera yo.



VI

No sé dónde ni cuándo
anocheció el trópico fugaz que entre los hombros,
con verdes y con sangre nos tatuaron:
entre las dos ardiendo, entre las dos ardido.

Era mucha raíz y muy frágiles las alas
que de espaldas al relámpago y al intento de vuelo
nos nacían. Del vuelo en cruz de arena a risco,
de canto a queja, de mar a pozo.
Desarropado intento sin medida. Era mucha raíz
y muy débiles las uñas del trasplante.

Cuando creció mi afán faltó el aliento de tu voz
y tu pisada. Donde sembré un jirón de mí
–blando y rojo– sacaste entre los dientes el acero
por siglos enterrado.
Nació una flor cuando conté la rama y en tus dedos
sin ramas y sin flor brotó la espina.

Cuando grito y guerra y odio se imponían
comulgaron mis dudas y tus rezos, mis sombras
y tu luz, el hoy y el luego.
Deshilachadas, mansas, casi una, comulgamos
de espaldas y de frente a la mentira.
Hincaste la rodilla cuando tajé la piedra, donde eché
la simiente recogiste hormiguero de cuchillos.

Cuando alargué las manos, de tanta cal y tanto
polvo mis manos te dolieron. Cuando fui yo
tú me negaste y me perdí buscándome por dentro
cuando fuiste.

¿Quién guarda las cenizas de aquel trópico ardido?
¿Cuándo se quebró el espejo?
¿Qué lanza hambrienta reverserá el trasplante?
¿Qué cicatriz nos quema la memoria?
¿Qué llaga gangrenó el tatuaje?

Era mucha raíz y muy poca la fuerza que nos dimos.



VII

No importa la fecha. Ni la hora.
Lo que importa es la semilla, la flor, la mariposa,
el vuelo del ave que regresa.
Lo que cuenta es la vida. Sabes cuántas veces
hace el sol el ciclo de una vida? ¿De la nuestra?
No muchas, porque siempre que amaneces
me anochezco. Porque tantas, tantas otras,
te arrastro en mi caída y anochecemos juntas.

Lo que cuenta es la inseparable amiga de la sombra.
La que nos habla y nos cobija.
La que al voltear de cualquier llanto, cualquier grito,
nos resucita el hambre, nos acoge al milagro.
Lo que cuenta es la fe. Y las respuestas.

Hace mucho que duendes y preguntas nos sofocan,
nos tiran piel adentro, piel afuera, sin que al menos
nos dejen al revés a un mismo tiempo.
Me espanta verme toda sangre y toda vísceras
frente al ropaje hermoso que te alienta y que es
(o será) también mío cuando seas tú por dentro.

Es la herencia de sol y niebla que nos dieron
(o nos dimos), la que nos pesa desde siempre
y para siempre nos limita. Es la balanza ciega
que nos sube y nos baja como si tú y yo
no fuésemos más que carne, huesos, agua...
Nada más y nada menos.



VIII

¿Cómo llenar un mar deshabitado?
¿Devolviendo la sal, el canto, las escamas, el hondón
de la espera, el gemido de todas las renuncias,
el agua que nos arde en la mirada, las playas todas
y todas las orillas? ¿Cómo hacernos un mar,
un tiempo, un arco iris...?

Voy a inventarle un nombre al mar.
Un nombre largo y lento donde se enrede el aire,
donde se hastíen rutas, mapas, velámenes,
tormentas...Un nombre manso donde duerman
al fin las algas y los peces.

Voy a inventarle un corazón al tiempo.
Un corazón que crea y lata desde el primer llanto
hasta el grito final. El de la bienaventuranza.

Voy a inventarle otro color al arco iris.
Un color que me inunde los rincones todos
y todas las espinas.
Voy a inventar un nombre para el vuelo dormido
entre las alas, para el hambre que crece
en la mordida, para el charco de sed donde se pudre
el desamparo.
Para el pájaro de luz que picotea el vidrio de todas
mis ventanas.

Voy a inventarme un yo que me cobije.
Un comprensivo yo sin estatura que llame pan al pan
aunque lo crea vino y llame vino al vino
aunque lo sepa pan.

Un yo sin pedestal y sin rendijas. Un yo sin miedo
que me sienta, me busque, me abrace y me sonría
desde todas mis sombras y todos mis espejos.



IX

Mírame
Detrás de las ausencias –más allá de la sed
y de las lágrimas– soy aquella que fui cuando
cabíamos las dos en un silencio
La que abría en dos el tren de medianoche,
la que te hablaba a solas cuando aún no sabías
buscarla piel adentro ni descubrir su nombre.

Mírame.
Tanto tiempo de frente, cara a cara, y no sabes
quién soy ni sé quien eres. Compartimos el pan
y la mordida, la llaga y el ungüento, pero seguimos
solas, desnudas como leño a la intemperie.

Mírame.
Aunque tu voz no roce mi palabra, aunque sólo
hayas sido la otra en mi cristal y yo tu inquisitiva
hermana mitólogica,
cuando la hambrienta soledad se nos desgaje,
cuando se abra el círculo, cuando escape el misterio,
cuando en un solo rezo se fundan nuestras voces confesando la culpa, responderá Isaías:

Habitaron el lobo y el cordero.




© 2014 Amelia del Castillo
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